Anoche, cansado buscar en la cama un sueño perdido,
salí al jardín a contemplar las estrellas.
Fue precioso observar la grandiosidad de una noche
rasa de primavera reciente. Los puntos de luz eterna
me acogieron mejor que las sábanas y allí permanecí
horas envuelto por luceros sonrientes. Fue entonces
cuando descubrí uno que brillaba más que el resto.
Uno cuya intensidad le distinguía de los demás.
Más grande, más claro, más azul. Supe pronto
que era un planeta, mi planeta. Así que simplemente
viajé hasta él. Cerré los ojos, me dejé llevar por
el embrujo de la noche y me elevé sin esfuerzo
hasta encontrarme allí. Entonces entendí que aquel
lugar era demasiado grande para estar solo y pensé
en ti para que me acompañaras. Teníamos todo un
paraíso para los dos. Una tierra en la que poder
demostrarnos amor el uno al otro sin que nadie observara.
Un lugar en el que si querías alas, alas tenías, si querías agua,
agua tenías, si querías felicidad, felicidad tenías.
Todo cuanto desearas estaba a tu alcance, sólo
necesitabas cerrar los ojos e imaginarlo.
Solamente una cosa se escapaba a mis deseos
hechos realidad; el dinero, pero pronto me di
cuenta de que no lo necesitaba pues todo aquello
hasta donde abarcaba mi vista -y mi pensamiento-
me pertenecía. Solos en un mundo hecho por y para
nosotros. Solos porque no hay compañía más gratificante
que la tuya y nadie más. Solos en mitad de los sueños
que un día forjamos juntos en busca de la eternidad.
Y entonces quise tu amor y cerré los ojos para pedirlo,
pero algo no funcionó. Volví a cerrarlos con más fuerza
sin mejorar el resultado. Los abrí y seguías allí, delante
de mi, pero sabía que ya no me amabas. Cerré los ojos
por última vez y puse todo mi empeño en centrar mi
pensamiento en tu amor, pero pronto entendí que ni
un planeta entero para los dos, ni todo cuanto deseabas
hasta entonces, ni los sueños que aquel día
forjamos en la cama, ni la felicidad que nos envolvía
cada día, eran suficientes para ti.
ERNESTO__________
_____________
____________
Anuncios